domingo, 9 de septiembre de 2012

Mi Dios no juega dados




“Sutherlan hizo algo muy simple que consistió en poner de manifiesto y criticar el hecho de que, tal como popularmente se concibe y como se mide oficialmente el delito, las estadísticas van a indicar una incidencia muy elevada de la clase baja como protagonistas de actos criminales... Sencillamente tenia en cuenta que cuando se estudia el crimen exclusivamente desde la realidad carcelaria expresada por los procesados, encarcelados y condenados, en realidad no se esta estudiando al crimen sino a éstos. La actitud instala un modo sesgado de pensar que sólo son clases “peligrosas” las que pueden aportar a la población carcelaria. Si los criminales son solamente los presos y todos los presos son pobres, solo los pobres pueden ser criminales o, por lo menos, los pobres son naturalmente peligrosos, porque como todos los criminales son pobres, los futuros delincuentes están entre ellos. Queda así constituido así el triangulo de la pobreza – criminalidad – peligrosidad social. Ni hace falta comentar la calidad institucional de los sistemas penales y represivos que, como el nuestro, se fundan sobre esta ecuación simple.”
“Los que se convierten en delincuentes de cuello blanco comienzan sus carreras de desviación en barrios de buena vecindad y casas acomodadas, adquieren títulos académicos en universidades de prestigio con una formación un tanto idealista, y entran, con una pequeña selección de su parte, en situaciones especificas de negocios en las que la delincuencia es prácticamente la forma mas general de actuación y se inician así, en este sistema de conducta del mismo modo en que los harían en cualquier otro. Incorporados a une empresa, bufete o lo que fuere, los jóvenes son entrenados en las transgresiones habituales del oficio, las trampas y artimañas. Se les explica cuáles son los funcionarios a sobornar, cuáles los montos precisos a establecer, las formas de pago mas adecuadas para no dejar rastros, los modos de eludir impuestos, etcétera”
José M. Simonetti – Fragmento de “El Fin de la Inocencia.  Ensayo sobre la corrupción y la ilegalidad del poder”


1 comentario:

Anónimo dijo...

este si que era un chanta... flor de ladron de cuello blanco