lunes, 18 de junio de 2012

La que lleva en la sangre la pasión azulgrana


 Hablar con el diario del Lunes, resulta ser fácil. Sobre todo porque uno “opina” sobre hechos ya consumados. Y ahí uno esboza un sinfín de posibilidades y cuestiones que comienzan con frases como “podría haber sido”, “se podría haber echo”, “si se daba lo siguiente” etc. Dentro de exactamente siete días a esta misma hora San Lorenzo sabrá si tendrá que revalidar la categoría en la llamada “Promoción”, o a partir del próximo campeonato bajara de categoría. 
Los no futboleros, lo ven a uno en estos días, y le comentan al pasar, bueno che no es la muerte de nadie. Objetivamente tienen razón. Pero también objetivamente hablando, San Lorenzo es un equipo deportivo, donde semanalmente “juega” al futbol, donde se puedan dar tres resultados, ganar, perder o empatar. Así que objetivamente hablando, desde lo deportivo, que San Lorenzo descienda, es una fatalidad. 
Comencé con la frase de “hablar con el diario del lunes” porque seguramente surgirán miles y miles de análisis de lo que se tendría que haber hecho. Si uno habla en la popular, en la platea, en el club, sabe que si hay 20 o 30 cuervos juntos, existen 20 o 30 “planes” diferentes para realizar. Lo mío apunta a otra cosa, algo opine sobre que se podría hacer, o lo que veía necesario en san Lorenzo (http://www.paternalcambiaelrumbo.blogspot.com.ar/2011/11/san-lorenzo-necesita-un-nestor-kirchner.html) y seguramente cuando se enfríen las cosas podré hacer un análisis un poco mas “objetivo” (no creo que sea la palabra) de lo que “viene”. En estas líneas quiero otra cosa. 
Tengo 30 años. Nací con el ascenso del ´82. Sufrí las cargadas en el colegio hasta que llego el titulo tan deseado del ´95. Bancarme el “21 años que no salen campeones”.. ¿Cómo no emocionarme?. Como no llorar, si veía a tanta gente en una locura desenfrenada. Verlo a mi viejo, a ese tipo que de chico me llevaba a cuanta cancha hiciera falta (porque todavía no teníamos nuestro querido nuevo gasómetro), para enseñarme a “querer” esos colores azulgrana. Para que pueda entender (uf, otra vez esas palabras racionales para algo tan pasional), no mejor no, entender no, para que pueda “sentir”, “amar” esos colores gloriosos. Porque también nos bancamos el “fui a tu cancha y me encontré un supermercado”. Y otra vez el llanto. Porque mi viejo me llevaba a un terreno en el Bajo Flores y me decía, vez ahí se están construyendo las tribunas. Y no solo estaba mi viejo y yo. Había cientos, miles, que miraban y se imaginaban volver a hacer locales. Y en el 93 volvimos a hacer locales, y otra vez el llanto. Y aquella final tan esperada de la Mercosur, paralizada por la debacle del 2001, y cantando todos abrazados en medio del césped “y ahora y ahora..” y otra vez el llanto. Lo reciente, esas cien mil almas cuervas juntas en plaza de mayo, demostrando que el ciclón va mas allá de un “triunfo” deportivo, y el “te juro que no voy a parar hasta volver a boedo” sonando bien fuerte para quien lo quiera escuchar (y a los que no también). No se que va a pasar exactamente en siete días (precisamente en seis). Pero viste como es esta historia, seguro va a haber llanto, quizás de felicidad (o a quien no se le escapo una lágrima hace dos semanas frente a NOB), quizás de tristeza, porque ya la pasamos y creemos no merecernos volver a repetirlo. Pero te juro, “te juro que en los malos momentos siempre te voy a acompañar”….

sábado, 16 de junio de 2012

Violencia es Mentir



Cantaban la marcha peronista y alzaban contra el cielo lo poco que tenían a mano: una pistola 22, una escopeta, un palo o simplemente el puño amenazante. Era un ejercito heterogéneo, uniformado por la ropa de trabajo sobre las que se habían echado un abrigo de paño burdo o un suéter. Tenían todas las edades, todas las caras, todas las razas. El rostro curtido por el sol, la palidez de los galpones, las señas visibles de la Italia del Norte y del Sur, de Galicia, el recuerdo cobrizo de los antepasados indios, el bigote poblado de los criollos. Venían manchados de cal, de cemento, de la grasa de los talleres. Era carne lacerada por los madrugones, por la sordidez de los barrios del sur o de los vagones de segunda clase, que venían a defender su dignidad humana. Los políticos de la derecha los llamaban "cabecitas negras", "grasas". Los políticos de la izquierda fina y tolerada los habían denominado, con mayor precisión científica, "lumpenproletariado". Peron les decía compañeros y Evita mis queridos descamisados...
Miguel Bonasso "Recuerdo de la Muerte" pag. 40.